Postal urbana (uno)

candlestick telephone in monochrome photo
Photo by Jez Timms

Día I

Marcos abre la puerta de su apartamento y se sumerge en el oasis. Atrás queda el agobio del trabajo, el traqueteo imparable de la oficina y los trámites. Es abogado y exitoso, por cierto. Pero no puede evitar refunfuñar los días de audiencia, la espera en los juzgados consume su paciencia. ¡Ya está! Sobrevivió a otra jornada de ésas. Se quita el saco. Afloja la corbata y libera su cuello de la opresión de los botones de la camisa. Cómodo, sin el uniforme de fajina —como irónicamente llama al traje—, con el boxer por todo atuendo, camina descalzo hacia la cocina.

«Ahhhh» deja escapar un suspiro mientras prepara el whisky que terminará de aflojar las contracturas del cuerpo y los nudos del alma. En el fondo del vaso reposan tres hielos, ni uno más ni uno menos, el chorro generoso de la bebida comienza a derretirlos. A modo de corolario, el jugo de limón exprimido lo transforma en el trago perfecto. Siempre los mismos pasos, el orden y las proporciones le rinden homenaje a Carolina. Si algo le dejó la mina, además del dolor del abandono, es esta receta. Bebe con avidez. Con el mismo ritual prepara el segundo; ése, el que saborea. En eso está, jugueteando con el líquido en su boca cuando un cocorocóóó claro y nítido interrumpe con su canto. Se corrige, pues de un gallo se trata, kikirikíííí. No acierta a descubrir de dónde proviene el sonido. Está en el piso 19 de un edificio de más de veinticinco y, por si fuera poco, emplazado en pleno centro del casco urbano. Titubea. Se trata del sonido de algún móvil, de la alarma de algún reloj. Su mente formula hipótesis con rapidez. Conoce de sobra su hipocondría. Su primer pensamiento, ahogado con la sucesión de otros: «¡Padezco alucinaciones auditivas!»

Suena el teléfono. «¡Qué no sean problemas!» —masculla antes de atender. La voz de Lucía se abre paso: «Tengo las entradas para el recital» anuncia entre risas. Marcos emerge de su ensoñación para agradecer y agrega tímido activando el altavoz: «Escucho el canto de un gallo. ¿Lo oyes?» Ella ríe con la ocurrencia. Habla de su cansancio, aconseja vacaciones contra el estrés y acota: «Largá el trago» Esta piba es vidente o intuitiva, cuanto menos. Murmura una despedida y se sumerge en la oscuridad de la habitación, en la atmósfera ficticia que enfrió el aire acondicionado.

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